
Aquel iba a ser nuestro primer encuentro sexual y queríamos dejarlo todo bien atado para que la escena se desarrollada a la perfección y de una forma completamente placentera para ambos. Habíamos reservado habitación en un hotel de lujo para sentirnos completamente cómodos y poder dar así rienda suelta a nuestras fantasías sexuales más íntimas y privadas. Queríamos que todo marchara a la perfección para no tener que preocuparnos por nada más que pasárnoslo bien y gozar de nuestros cuerpos desnudos durante toda la noche.
Desde luego, las ganas de sexo nos sobraban. Nos habíamos conocido hacía ya algunos días, pero ninguno de los dos disponía de sitio para poder entregarnos al placer más puro. De modo que el morbo y el calentón fueron creciendo entre nosotros hasta alcanzar la situación actual. Sabíamos que teníamos que poner solución cuanto antes, así que por fin íbamos a culminar nuestra relación con un buen polvo que nos mostrara al natural y en estado puro.
Entramos en la habitación con unas ganas locas y colocamos el famoso cartelito en el pomo para que nadie nos molestara durante nuestra sesión de sexo desenfrenado. Nada más cerrar a puerta tras de nosotros, nos abalanzamos el uno al otro y empezamos a besarnos apasionadamente. Nuestras lenguas se entrelazaban mientras nuestras manos trabajaban para quitarnos la ropa mutuamente y quedarnos literalmente en cueros. En pocos segundos nos quedamos completamente desnudos y nos abalanzamos sobre la cama como si fuéramos dos animales en celo. Queríamos revolcarnos sin fin y gozar del sexo en su máxima expresión.
Empezamos a masturbarnos mutuamente, calentando así la situación y preparándonos para todo lo que estaba por llegar. Mi mano acariciaba tu coñito húmero y caliente a más no poder, mientras tú me agarrabas la polla bien fuerte y me pajeabas siguiendo un ritmo perfecto. Ahora que estábamos listos para la penetración más pura y salvaje, te abriste de piernas y me enseñaste tu coño en todo su esplendor. Te clavé la polla hasta el fondo, provocándote gemidos y suspiros la mar de excitantes. Estuvimos un buen rato follando en la postura del misionero hasta que decidimos probar algo más arriesgado e innovador.
Sin previo aviso, te pusiste de espaldas y dejaste el culo en pompa. Con un simple gesto, me indicaste que querías que te follara el culo. Yo no me hice de rogar, así que con un poco de lubricante te follé por detrás experimentando un placer indescriptible. Mi polla se movía a un ritmo frenético mientras se abría paso entre tus nalgas hasta petarte bien fuerte. Aquella sesión de sexo anal estaba resultando increíble. Además, mientras te sodomizaba, acariciaba tu clítoris con la punta de mis dedos para provocarte así placer por todos los lados de tu cuerpo.
Finalmente no pude resistirme más, y terminé explotando de placer al correrme dentro de tu culito sexy y respingón. Gemías como una perra en celo mientras yo gritaba llenándote por completo de mi leche caliente y espesa. Extasiados, nos abrazamos mientras caíamos rendidos sobre la cama. Íbamos a tomarnos un descanso para volver con fuerzas renovadas y rematar la faena como la ocasión se merecía.
- Compartir
-
-