
Tras el orgasmo, podía parecer que todo iba a acabar aquí y no iba a haber más acción sexual, pero nada más lejos de la realidad. Después de correrse en mi culito prieto, el tío sacó su polla y empezó a meterme un dedo jugueteando con toda la lefa que había dejado dentro de mi cuerpo. El chico se quedó asombrado con todo lo que yo había sido capaz de dilatar ahí abajo para ser mi primera vez. Desde luego, no tuvo ningún problema en metérmela hasta el fondo y gozar del sexo anal de un modo pleno y placentero. No sabía si para él había sido su mejor polvo en este tipo de postura, pero para mí fue como si se me abriera un nuevo mundo que me encantaba y apasionaba. A partir de ahora, mi vida sexual iba a dar un giro de 180 grados y tenía pensado incluir a menudo este tipo de prácticas.
Como os decía, él seguía recreándose con el agujero de mi culo, metiendo su dedo y recorriendo todo su contorno. Era como si le pusiera cachondo pensar que en aquel sitio tan estrecho había cabido toda su polla erecta. De pronto vi cómo se estaba empezando a empalmar de nuevo. Yo no daba crédito con la situación, ya que no es habitual ver como un hombre quiere volver a follar después de correrse. Sin embargo, él me preguntó sin rodeos si estaba dispuesta a echar otro polvo por detrás. La verdad es que estaba algo cansada, pero la experiencia me había gustado tanto que no pude negarme y acepté de buen grado. Sólo de pensar que volveríamos a sentir la pasión sexual de la vez anterior, mi coño echaba chispas de gusto.
Así que nos pusimos a ello de nuevo, esta vez con algo más de práctica y sabiendo mejor qué es lo que debía hacer para volverle loco y conseguir que se corriera satisfactoriamente. Los movimientos de cintura que hice antes, ahora los ejecutaba con mayor precisión y haciendo que el contacto entre mis nalgas y su polla fuera total e intenso a más no poder. Además, sólo por el hecho de que él ya me había dejado el culito lleno de leche, su polla lubricaba muchísimo más y la penetración era más fácil y placentera. Apenas noté dolor cuando me la clavó hasta el fondo, también porque yo seguía dilatada y lista para recibir su cipote directo en mi culo abierto al máximo.
Esta vez nos vinimos arriba y todo adquirió un tono de peli porno, como si fuésemos dos profesionales del sexo y nos estuvieran grabando en vídeo. Mis gemidos eran más ruidosos, nuestros gestos eran más exagerados, pero todo era cien por cien real y sin artificios de ningún tipo. Nunca me había sentado tan bien el segundo polvo de una noche. Mientras el se preparaba para correrse de nuevo, yo me hacía un dedo para sentir también un orgasmo al mismo tiempo que excitaban mi orto. Por eso, cuando llego el clímax máximo, creí enloquecer ante tanto placer instantáneo.
- Compartir
-
-