
La verdad es que nada más verte, sentí el deseo de hacerte una buena cubana como nunca antes te la había hecho nadie. Ya me habías sugerido en más de una ocasión que te encantaba correrte entre las tetas de una chica, así que me lancé y te dije que si te acostabas conmigo, conseguiría excitarte intensamente al tiempo que te pajeaba con mis grandes y sensuales pechos. Tú sonreíste algo avergonzado, pero sabía que en el fondo te estabas poniendo totalmente cachondo al oír mis sucias palabras. No hay nada que te pueda poner más caliente que notar a una chica predispuesta a hacerte cualquier guarrería en la cama, y aquella noche yo estaba totalmente abierta a hacer contigo lo que tú más quisieras.
Para convencerte de que yo iba totalmente en serio, me quité el vestido y con un rápido movimiento de manos, también me quité el sujetador. De este modo, dejé mis dos grandes pechos al aire, para que así los contemplaras en todo su esplendor y vieras el material antes de catarlo por primera vez. Tú te volviste totalmente loco. Tanto es así que te lanzaste de lleno hacia ellos, y con tu boca empezaste a chupar mis pezones con un hambre voraz. Yo gemía con cada lametazo que me pegabas en aquel par de zonas erógenas. A mí me encantaba que los hombres juguetearan con mis pezones, así que conmigo tenías trabajo para rato y por duplicado.
Cuando ya vimos que habíamos llegado a un punto de no retorno, y que íbamos a acabar follando sí o sí, te desnudaste y me enseñaste todo tu musculoso cuerpo al desnudo. Tenías una buena polla, la verdad. Así que no lo dudé ni por un segundo y tumbándonos en la cama, rodeé tu pene erecto con mis dos mamellas. Se te puso aún más dura de lo normal, síntoma inequívoco de que te lo estabas pasando tan bien como yo. Entonces me agarré bien fuerte las tetas y empecé a moverlas de arriba abajo, frotando así todo tu glande con ellas y pajearte de la forma más sensual que una chica puede hacerlo. Tus caras de placer eran como un libro abierto, y cuanto más disfrutabas tú, más cachonda me ponía yo. Aproveché para masturbarme yo también, metiéndome un dedo por el coño y frotando mi clítoris con él.
Seguimos así varios minutos de pasión descontrolada. Además, cada vez que tu polla llegaba al límite de mis tetas, yo te chupaba el cipote con mi lengua, aumentando así el placer que te ofrecía. No veía el momento de que te corrieras en toda mi cara, y así te lo hice saber. Cada vez que oías mi voz, notaba como te ponías aún más cachondo de lo normal. Era evidente que dentro de nada acabarías explotando del placer más absoluto que puede sentir el ser humano. Por eso continué hablándote, rogándote que me llenaras de leche las tetas por completo. Te pusiste como una moto y le metiste más caña al asunto. Tu cintura se movía con gran rapidez, como queriendo correrte de una vez por todas.
De repente y sin previo aviso, eyaculaste sobre mí de forma abundante e intensa. Me dejaste chorreando de arriba abajo. Yo, por mi parte, cogí un poco de tu semen y me lo unté en mis pezones al tiempo que los masajeaba y pellizcaba. Yo también quería correrme sintiendo tu leche caliente, por lo que seguí masturbándome hasta lograr el orgasmo más maravilloso de mi vida. Nuestras respiraciones entrecortadas se encontraron cuando nos fundimos en un beso apasionado, que puso punto y final a aquella escena de sexo desbocado.
- Compartir
-
-