Estaba tan aburrida en casa que no sabía ya que hacer para pasar el tiempo. Estaba de vacaciones y no tenía ningún plan preparado en todo el día. Sin embargo, me apetecía disfrutar de aquel momento de intimidad en mi propia casa. Me acababa de mudar y estaba absolutamente sola, así que como hacía tanto calor me quité la ropa y me quedé completamente desnuda. Era una gozada pasear por toda mi casa tal y como mi madre me trajo al mundo. Además, por el simple hecho de estar desnuda, mi cuerpo se volvió más sensible a cualquier roce o corriente de aire que acariciara mi suave y tersa piel.
De repente, mi piel se erizó y sentí un ligero cosquilleo que me recorrió todo el cuerpo de arriba abajo. La verdad es que llevaba bastantes días sin practicar sexo. Ni tan siquiera me había masturbado desde que me había mudado a aquella casa. Decidí que había que ponerle solución a aquello, así que me acerqué hasta una de las cajas de la mudanza, busqué en su interior y saqué mi consolador personal. Era un juguete erótico la mar de útil y práctico. Además tenía función de vibración, y cuando lo ponía en marcha, siempre conseguía ver las estrellas del placer que me provocaba aquel zumbido en el interior de mi coño.
De modo que busqué un lugar cómodo en el que sentarme, me incliné hacia atrás, me abrí de piernas y poco a poco fui introduciendo aquel aparato en mi coñito sediento de placer. Mi cuerpo reaccionó de forma positiva ante cada penetración que me ejercía a mí misma. El gusto que me provocaba aquello en lo más profundo de mi ser no podía ser explicado con palabras. Además, cuanto más adentro del coño me lo metía, mas placer sentía. Yo misma me sorprendí al oírme gemir de placer y suspirar con aquella sesión de onanismo puro.
Mi coñito empezó a lubricarse de forma automática desde un primer momento. Era asombroso cómo podía ser tan inteligente y cubrirse de fluido vaginal en el momento de empezar a ser penetrada. Esto facilitó muchísimo más la masturbación, dónde va a parar. El consolador me entraba sólo en el coño con una facilidad asombrosa. En ese mismo instante recordé que podía activar la función de vibración, así que lo encendí y una oleada de placer inundó mi cuerpo de arriba abajo. Aquel simple gesto lograba multiplicar por 100 el placer obtenido. Todo mi coño vibraba al ritmo de aquel juguete sexual tan útil y placentero.
Aunque lo mejor llegó con el orgasmo final que experimenté. Una oleada me recorrió por completo y mis sentidos se agudizaron a más no poder. Estaba experimentando uno de los mejores orgasmos de mi vida y quería sentirlo al máximo y disfrutarlo por completo. Permanecí varios segundos en aquella posición, con el vibrador metido en mi vagina. Quería alargar aquel momento lo máximo posible y anclarlo en mi memoria para siempre.
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