
Nos habíamos quedado en que mis tres amigas y yo estábamos montando una orgía lésbica de aquellas que hacen época, y todo estaba siendo grabado y emitido a través de internet en riguroso directo para placer de miles y miles de seguidores que se estaban pajeando de lo lindo viéndonos dándolo todo. Habíamos jugado entre nosotras a multitud de juegos preliminares y con la ayuda de unos cuantos juguetes eróticos para hacer de aquel encuentro sexual algo mucho más morboso. Tras todo este sobeteo inicial, empezamos a comernos el coño las unas a las otras sin ningún tipo de reparo. Abriéndonos de piernas, nos entregamos por completo a la situación y gritábamos y gemíamos como verdaderas perras en celo con cada lametón que nos metía la otra en la entrepierna. Desde luego, estábamos creando un espectáculo para adultos digno de ver.
Llegados a este punto, sólo nos quedaba ir un paso más allá y rematar la faena como la ocasión merecía. Rebuscamos entre la bolsa de juguetes sexuales y encontramos un par de strap-on, que no es otra cosa que una polla gigante de plástico unida a un arnés o braga que sirve para que una mujer pueda penetrar a otra persona, del mismo modo que un hombre. La sola idea de vernos follando entre nosotras nos puso tremendamente cachondas y no tardamos ni un segundo en probarnos aquel nuevo juguete y vivir la experiencia en primera persona. En seguida acordamos quién de nosotras cuatro se pondría aquel pollón para penetrar al resto, y la elegida fui yo. Quizá es porque me había mostrado mucho más abierta y desinhibida que el resto de mis compañeras, pero lo cierto es que me moría de ganas por probar aquello y darle a todas ellas su merecido.
Una vez puesto el strap-on, me encantó la sensación de tener una polla erecta entre mis muslos y poder manejarla a mi antojo. Agarré a mi compañera de piso y le hice que se tumbara debajo de mí. Con una actitud tremendamente viciosa, le abrí las piernas y empecé a follármela con contundencia y decisión. Las otras dos chicas se besaban y nos miraban con una cara de asombro y pasión, deseando recibir también su ración de polla. No obstante, ahora era el momento de mi compañera, que cerraba los ojos y mostraba toda la excitación que sentía en aquel momento.
Por supuesto, una a una fueron pasando por debajo de mí todas mis amigas. Incluso me aventuraría a decir que llegué a sentí placer físico al clavarles mi nueva polla dentro de sus coñitos calientes y jugosos. El caso es que todas ellas alcanzaron el orgasmo gracias a mis habilidades. La verdad es que las dejé tremendamente sorprendidas y satisfechas, para qué negarlo. Finalmente, todas ellas empezaron a besarme y a masturbarme para que yo también reventara de placer en una explosión orgásmica que fue el colofón final a una sesión de sexo lésbico primerizo del que todo apuntaba a que no sería el último.
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