
La organización que estábamos teniendo en aquella orgía interracial era digna de admirar. Sin casi apenas haber programado el encuentro sexual, todos y cada uno de nosotros sabía muy bien el papel que debía adoptar durante la sesión de sexo en grupo que nos estábamos montando. Parecíamos verdaderos actores y actrices porno, pero sin necesidad de estar dirigidos por un director y dejándonos llevar en todo momento por nuestra pasión e instintos más básicos. Todo surgía con tanta naturalidad que no había lugar para la confusión o el conflicto. Tanto ellos cuatro como yo sabíamos muy bien hasta dónde podíamos llegar y qué es lo que teníamos que hacer para llevar el placer al máximo sin pasarnos de la raya.
Como os decía, ellos se iban turnando para penetrarme duramente por todos y cada uno de los orificios de mi cuerpo. El contraste visual de sus cuerpos negros y mi piel blanca era tan excitante que era difícil resistirse. Además, la actitud tan de machote que tenían todos ellos me ponía aún más burra. Parecían presumir entre ellos a ver quién la tenía las larga y conseguía clavármela más hondo. Y a todo esto yo encantada, para que nos vamos a negar. Me atraía enormemente verles disfrutar y competir entre ellos como si fuesen críos. Que demostraran su testosterona de aquel modo no hacía más que aumentar mi deseo hacia ellos. Era un sentimiento natural y tan primario que no me avergonzaba en absoluto confesarlo, al contrario. No veía el momento de que todos ellos se fueran corriendo sobre mi cuerpo y culminar así la sesión de sexo por todo lo alto.
El aguante de aquellos cuatro sementales parecía no tener fin. Siempre me había considerado una chica muy activa sexualmente hablando, pero aguantar el folleteo de tanto trajín se me hacía duro por momentos. Aunque sabía dentro de mí que no hay esfuerzo sin recompensa, y lo bien que me lo estaba pasando en aquel momento no podía verse eclipsado por el esfuerzo físico. Era probable que después de aquella follada terminara con mil agujetas por todo el cuerpo, pero habría valido la pena por completo. Las posturas que adopté para estirarme al máximo y que me pudieran follar por boca, culito y coñito eran de lo más complicadas y originales. Algunas no las había puesto en práctica nunca antes, haciendo que aquella orgía fuera toda una novedad para mí.
Llegó el momento en el que alcancé el primer orgasmo de la noche. Un cosquilleo maravilloso inundó mi cuerpo y me hizo flotar como si estuviera en una nube. En la cama soy tan expresiva que ellos se dieron cuenta al momento de que estaba gozando como una puta perra. Aquello debió motivarlos más aún de lo normal, por lo que apretaron con más ganas y uno tras otro fueron corriéndose dentro de mí. Extasiada, iba notando como todos descargaban y gozaban inundándome con todo su amor. En cuanto el último remató la faena, disfruté de un segundo orgasmo que sirvió como guinda del pastel ante tanto placer orgásmico.
- Compartir
-
-