
Rodeado de hombres desnudos, me encontraba a punto de ser follado por todos y cada uno de ellos. Empezó el más atrevido de todos, clavándome su polla hasta el fondo de mi culito y haciéndome temblar de placer en todo momento. Cada minuto, se turnaban y me iban follando uno a uno. Era una verdadera delicia sentirme un objeto sexual y que todos aquellos hombres me estuvieran sodomizando sin parar. Podía sentir el calor de sus pollas dentro de mí, preparadas para explotar y llenarme de su leche caliente. Algunos me cogían por el pelo mientras me empotraban bien fuerte y duro, cosa que me encantaba que hicieran. Desde luego, estaba siendo un polvo de primera.
Como el hecho de tener que esperarse para follarme resultaba un poco lento, el resto de hombres me rodearon y empezaron a follarme por todos los orificios de mi cuerpo. Mientras uno me petaba duro por detrás, otro me follaba la boca sin compasión. El resto, se pajeaban viendo la escena y frotaban sus pollas contra mi cuerpo sudoroso y extasiado. Yo quería alargar aquel momento lo máximo posible, así que dejé de masturbarme y me centré en proporcionar el máximo placer posible a mis compañeros. Movía mi culo a ritmo acompasado para que la penetración fuera bien profunda e intensa, además de dedicarme al 100% a dar placer a aquellas pollas. Chupaba y mamaba con un hambre voraz, satisfaciendo mis más bajos instintos y acercándoles así al éxtasis final.
Ya les dejé bien claro desde el principio que podían hacer conmigo lo que quisieran, incluso azotarme o correrse dentro de mi boca. Ellos se tomaron mi recomendación al pie de la letra, así que recibí hasta mi sesión de lluvia dorada. Era mi primera experiencia en aquel ámbito, y la verdad es que me encantó. Me dejaron bien rociado y refrescado en medio de tanto frenesí sexual, cosa que me vino estupendamente y aumentó mi nivel de excitación hasta límites nunca antes experimentados. Además, los golpes, escupitajos e insultos que me iban soltando me habían llevado a un límite de placer que no podría expresar con palabras, pero que estaba consiguiendo que aquella orgía fuera una de las mejores de toda mi vida.
Poco a poco, todos ellos se fueron corriendo sobre o dentro de mi cuerpo. Podía sentir sus chorrazos de lefa resbalándose por mi piel, filtrándose dentro de mi culito hambriento o explotando en mi garganta mientras me lo tragaba todo sin rechistar en ningún momento. No obstante, aún faltaba yo por correrme, por lo que envuelto por todo aquel semen de todos ellos, me masturbé hasta que yo también alcancé el orgasmo y cubrí con mi propia leche mis abdominales y mi pecho. Cansados, nos tumbamos todos sobre el suelo y empezamos a besarnos y a lamernos como si fuesemos animales, saboreando toda aquella lefada compartida y compartiendo nuestro sudor y nuestras ganas de más. Y es que, en cuanto nos recuperáramos de aquella corrida, pensábamos volver a la carga con más fuerzas que nunca.
- Compartir
-
-