
Cierto es que me encanta disfrazarme de mil cosas diferentes cuando me acuesto con un tío, para qué voy a negarlo. Me vuelve loca adoptar otras personalidades cuando voy a practicar sexo con un completo desconocido. De este modo podía convertirme en quien yo quisiera y provocar a la otra persona de mil maneras diferentes. Además era un recurso perfecto para excitar a los más fetichistas. Uno de los disfraces que más me gusta ponerme es el de gatita en celo, ya que era el atuendo con el que más erecciones provocaba entre el público masculino. Sabía que si me ponía el disfraz de gatita cachonda, aquella noche triunfaba seguro.
Aquella misma noche convencí a un chico para que viniera a mi casa para ver cómo me quedaba el disfraz en cuestión. No lo dijimos explícitamente, pero quedaba claro que el motivo de la visita era que el chico me quitara el traje y me follara sin compasión alguna. Al menos esa era mi intención desde un primer momento. Así que me maquillé acorde a la situación, me puse mi lencería fina formada por unas braguitas y un sujetador a juego, y como colofón me puse mi diadema de gatita en la cabeza. Mirándome al espejo me sorprendí a mí misma de lo sexy que lucía en esos momentos. Desde luego, en cuanto aquel chico me viera abrirle la puerta de esta guisa, se iba a quedar completamente muerto de la excitación.
Y así fue. En cuanto le abrí la puerta de mi apartamento, él se quedó con la boca abierta y me soltó un piropo de lo más halagador. Tan cachondo le puse que cerró la puerta tras de sí con un ímpetu atronador y nos fuimos derechos al dormitorio para gozar del mejor sexo de nuestras vidas. Parece que no era la única necesitada de sexo urgente, porque él también demostró unas ganas locas al meter su cabeza entre mis tetas y lamérmelas de arriba abajo. Quedaba confirmado que ambos estábamos deseosos de follar el uno con el otro.
Él me desabrochó el sujetador y dejó mis tetas completamente libres para que las pudiera tocar a su antojo. Colocó sus manos sobre ellas y empezó a excitar mis pezones con una habilidad asombrosa. Tanto es así que consiguió excitarme con sólo sentir la punta de sus dedos sobre ellos. Así que me bajé las braguitas, me abrí de piernas y desnuda, pero sólo con la diadema de orejas de gatita sobre mi cabeza, empezó a penetrarme demostrando una potencia descomunal. Me pegaba cada sacudida que nuestros cuerpos vibraban al ritmo que él marcaba. Mis tetas botaban como si estuvieran locas, y eso a él le ponía aún más cachondo y me follaba con más ganas. Era un círculo vicioso del que no podíamos ni queríamos salir.
De repente él me avisó que estaba a punto de correrse. Le dije que redujera el ritmo, porque yo también quería sentir un orgasmo de aquella escena sexual que estábamos protagonizando. Me hizo caso, y al poco conseguí el placer máximo que puede sentir una mujer durante el acto sexual. Todo mi cuerpo se estremeció del gusto que sentí mientras aquel chico me follaba de manera intensa y apasionada. Una vez vio que yo ya había tenido mi ración de orgasmo, él volvió a acelerar el ritmo y a los pocos minutos eyaculó dentro de mi suave y dulce coñito.
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