
El calentón que llevábamos encima los dos no era ni medio normal, así que teníamos que rematar aquella pasión que inundaba nuestros cuerpos con un buen polvo en condiciones. Estábamos tan cachondos que nos era prácticamente imposible disimular nuestras ganas de sexo, de modo que ambos sabíamos que tarde o temprano acabaríamos revolcándonos por el suelo y entregándonos así a la pasión más pura e intensa posible. Nos conocíamos bien y creíamos que podíamos formar una pareja sexual explosiva, por lo que los dos estábamos deseando comprobarlo por nosotros mismos.
Tú llevabas un vestido ceñido que marcaba todas las curvas de ru sensual cuerpo. Tenías un culito la mar de apetecible y un buen par de tetas que hacían las delicias de todo buen amante del cuerpo femenino. Además, desnuda aún ganabas muchísimo más, ya que tu cuerpo entero transmitía morbo por los cuatro costados. En cambio yo venía totalmente sudado de haber salido a correr hacía pocos minutos. Parece ser que mi imagen despertó en ti una pasión inusitada, de modo que te me abalanzaste al cuello en cuanto me viste y empezaste a desnudarme con unas ganas locas. Incluso te sugerí que estaría bien que me diera una ducha antes de follar, pero tú te negaste en rotundo. Dijiste que querías verme sudando mientras te follaba salvajemente y sin ningún tipo de piedad.
Por supuesto, te hice caso en todo lo que me dijiste y dejé la ducha para después. Ahora la prioridad era acostarnos juntos y disfrutar de nuestros cuerpos al desnudo. Nos arrancamos literalmente la ropa, dejando al descubierto nuestros atributos. Yo estaba totalmente empalmado, y tú tenías los pezones de tus tetas erectos a más no poder. Parecía que los dos estábamos listos para la acción, así que te cogí el volandas y te dejé sobre la mesa de la habitación. Pensaba follarte de pie ahí mismo, mientras tú, tumbada, te retorcías de placer.
Aquel polvo fue incluso mejor de lo que había imaginado en mi mente. La altura de la mesa era perfecta para que mi polla entrara en tu coñito húmedo y caliente con una facilidad increíble. No era preciso que me agachara ni que me pusiera de puntillas para darte placer cómo sólo tú te mereces. Así que moví mi cintura a un ritmo acompasado y te penetré a saco como si no hubiera un mañana. Te metí la polla hasta el fondo de tu chochito caliente, para después sacarla y meterla, sacarla y meterla sin parar en ningún momento. Aquel roce maravilloso nos inundó de placer, provocando que nuestra respiración se viera interrumpida por multitud de gemidos y suspiros tremendamente sugerentes.
Tan caliente se llegó a poner la cosa que era irremediable que, de un momento a otro, nos corriéramos de gusto y alcanzáramos el tan ansiado orgasmo. Finalmente, así fue. Entre espasmos de gusto absoluto nos corrimos al mismo tiempo, yo eyaculando dentro de ti y tú llegando a un orgasmo tremendamente placentero, tal y como demostrabas gritando como una perra en celo. Los dos habíamos recibido nuestro merecido, y vaya si había valido la pena. Ya estábamos deseando volver a repetir en cuanto recuperáramos las fuerzas.
- Compartir
-
-