
En más de una ocasión me había sentido atraído hacia la madre de mi novia, pero como es lógico nunca antes había confesado esa predilección tan prohibida que ocupaba mis fantasías sexuales durante las noches y los días. No era extraño levantarme por la mañana y sentir que con quien estaba en la cama era con mi propia suegra, en lugar de con mi chica. Por eso, cuando un buen día se me ofreció la posibilidad de tener algo más que un acercamiento con aquella mujer madurita que me traía de cabeza, yo no pude más que rendirme ante mis pasiones y vivir junto a ella un momento de sexo y lujuria sin igual.
Todo ocurrió una tarde en casa de ella, durante la sobremesa y mientras mi novia se marchó unos minutos junto a su padre para realizar unos trámites familiares. Mientras, mi suegra y yo nos quedamos tomando café y charlando de nuestras cosas. Siempre habíamos tenido mucha confianza a la hora de hablar de nuestras intimidades y particularidades, pero en aquella ocasión nuestros acercamientos estaban llevándose algo más lejos que de costumbre. Para empezar, estábamos sentados uno junto al otro, y mientras ella hablaba yo no era capaz de apartar la mirada de sus labios carnosos y de sus grandes pechos que parecían llamarme desde el minuto número uno. Ella se dio cuenta de mi indiscreción, pero lejos de taparse y desviar el tema, se me insinuó con más ganas hasta que yo no pude reprimirme y me lancé sobre ella.
Nos fundimos en un beso apasionado y la mar de excitante. Ninguno de los dos puso freno ante esta situación, por lo que quería decir que ambos queríamos llegar lo más lejos posible con aquello. Con un gesto rápido, nos empezamos a despelotar hasta tumbarnos completamente desnudos sobre el sofá. La excitación de que cualquiera de nuestras parejas pudiera pillarnos en plena faena suponía un morbo extra al ya de por sí momento caliente y prohibido que estábamos protagonizando. La diferencia de edad no era impedimento para que juntos folláramos sin control y nos demostráramos mutuamente toda la atracción sexual que sentíamos el uno hacia el otro.
Mientras ella se abría de piernas al máximo, yo le clavaba la polla hasta el fondo de su sensual y erótico cuerpo. Aquella mujer era toda una MILF, una fiera en la cama dispuesta a cazar a su próxima presa y demostrarle todo lo que aún podía ofrecer en cuanto a sexo se refiere. Yo me agarraba fuertemente a sus grandes tetas y jugaba con ellas mientras le penetraba fuertemente y sin medida. Estábamos haciendo vibrar todo el sofá con nuestro ímpetu sexual, pero lo único que nos importaba en aquel momento era culminar la faena y conseguir alcanzar el ansiado orgasmo al unísono.
Por fin llegó el ansiado momento. Tras todo el esfuerzo dado, los besos furtivos y el polvo que estábamos echando a escondidas, tanto ella como yo gemimos de placer mientras lográbamos corrernos casi al mismo tiempo. Yo me corrí dentro de su coñito abierto mientras ella arqueaba todo su cuerpo y se retorcía del placer que le estaba proporcionando. Entre jadeos y respiraciones entrecortadas, nos fundimos en un último abrazo antes de vestirnos y disimular como si ahí no hubiera pasado nada. No obstante, un halo de complicidad nos acompañó durante el resto de la tarde, como queriendo decirnos sin palabras que aquel polvo tan bien echado teníamos que repetirlo más pronto que tarde.
- Compartir
-
-