
Siempre había dejado asombrados a todos los hombres con los que me había ido a la cama gracias a mi flexibilidad corporal. Soy capaz de estirarme y practicar todas las posturas sexuales del Kamasutra, por muy difíciles o imposibles que parezcan a primera vista. Mi cuerpo está acostumbrado a este tipo de cosas, ya que trabajo como contorsionista en un circo desde hace ya varios años. Por eso, soy tan elástica que me encanta poner en práctica mis conocimientos y aptitudes cuando practico el sexo con chicos de todo tipo. Por supuesto, todos alucinaban y se quedaban con la boca abierta cuando me veían en plena acción, consiguiendo así que vivieran uno de los mejores polvos de su vida.
Aquella noche no iba a ser diferente. Ligué con un tío que estaba cañón y, ni corta ni perezosa, me lo llevé a casa para mostrarle todas mis habilidades en la cama. Nada más llegar a casa, me abalancé hacia él y empezamos a enrollarnos con unas ganas locas. Él me estaba arrancando la boca con los dientes, mientras yo le bajé los pantalones hasta ver su polla grande y dura entre sus piernas. No había duda alguna de que estábamos listos para follar aquí y ahora, pero quise jugar un poco antes con él. Me agaché hasta ponerme de rodillas y empecé a comerle la polla. Su cara de satisfacción era inenarrable, y eso que aún no había visto nada. Sin avisarle, le di la espalda e hice el pino puente. Él se quedó sorprendido, pero enseguida entendió que lo que yo quería era seguir mamándosela en aquella misma postura. Se acercó a mí de nuevo y volví a comerle la polla con más ganas que nunca.
Me gustaba imaginar lo que aquel tío estaría pensando de mí. Seguro que creía que yo era una zorrita insaciable, y la verdad es que estaba en lo cierto. Una vez le demostré lo que yo era capaz de hacer, dejamos los preámbulos a un lado y nos lanzamos a la penetración pura y dura. Me abrí de piernas al máximo. Cuanto más me habría yo, más abría la boca él. Estaba claro que le había tocado la lotería conmigo, así que me tumbé en la cama y dejé que me la metiera hasta el fondo de mi coño.
Su cuerpo sudoroso bombeaba de manera constante y manteniendo el ritmo en todo momento, proporcionándome placer sin límites. Gracias a que yo estaba totalmente abierta de piernas, él podía meterme su polla grande y dura hasta el fondo, llenándome por completo de aquel trozo de carne caliente. Mientras, nos besábamos de manera constante y él acariciaba mis tetitas con sus manos y con su boca. Puede que mis tetas fueran pequeñas, pero eran de lo más juguetonas y resultaban tremendamente atractivas para muchos hombres.
Cuando yo ya iba por el tercer orgasmo, de repente él explotó en una vorágine de placer mientras eyaculaba dentro de mí. Toda la lefa se quedó dentro de mi coñito, sintiendo así su calor en mi interior. Extasiados, nos abrazamos y continuamos enrollándonos hasta altas horas de la noche.
- Compartir
-
-