
Como buena ama dominatrix que soy, os voy a relatar el polvo que eché el otro día con un esclavo de lo más servicial y obediente. Me encanta que los tíos se rindan ante mí, haciéndome caso en todo lo que les diga. Y es que no hay nada mejor que la sensación de sentirme poderosa durante una relación sexual, dando órdenes mientras la otra persona hace todo lo que yo quiero. Puedo disponer de él o de ella, porque soy bisexual y disfruto tanto del sexo con hombre como con mujeres, a mi verdadero antojo, crenado así una situación morbosa a más no poder.
Aquella noche conocí a un sumiso de primer nivel. Era un hombre bastante normal, pero estaba dispuesto a humillarse por mí todo lo que hiciera falta. Tras establecer un poco las bases de lo que queríamos el uno y el otro, nos dimos cuenta que juntos podíamos pasarlo muy pero que muy bien. Así que en menos de una hora, aquel esclavo se presentó en mi casa preparado para cualquier cosa. Yo estaba cachonda como una puta perra, pensando en todas las cosas que le iba a hacer y a ordenar a aquel desgraciado. En primer lugar, le dije que se desnudara y que saliera tal cual a mi balcón. Quería que todo el mundo viera a aquel tío desnudo en mi propia casa mientras yo me masturbaba observando la situación. Él, como es lógico, aceptó sin ni tan siquiera rechistar.
Así que ahí estábamos los dos: él completamente en pelotas y a la vista de todo el mundo, y yo dentro de casa y haciéndome un dedo por el morbo de la escena que estaba viendo. Oí algunos comentarios desde la calle, imagino que de gente sorprendida por ver a un tío desnudo saliendo al balcón. Aquello ya sí que me puso como una moto, y cuando me cansé de masturbarme yo sola, obligué a aquel muchacho a entrar de nuevo y a comerme el coño de lleno.
Yo no hacía más que insultarle y ridiculizarle, forzándole al mismo tiempo a que me satisficiera ahí abajo con toda la dedicación posible. De vez en cuando me daba por escupirle, mientras él se tragaba mi saliva y seguía comiéndome el coño sin parar. No había nada más placentero en este mundo que sentirme poderosa, pudiendo así manejar a aquel juguete sexual llamado hombre como me viniera en gana.
Después de una buena sesión de sexo oral, le dije a mi esclavo que tenía guardada una sorpresita para él. No contenta con ser dos personas en aquella escena sexual, le dije que me dentro de unos minutos llegaría otro de mis esclavos para que, juntos los dos, pudieran dedicarse por entero a mí. Su cara era como un libro abierto, notándose que se había puesto a cien con lo que le acababa de decir. Yo estaba en una nube, ya que no siempre era fácil encontrar una pareja sexual a mi nivel. Pero en esta ocasión, la cosa pintaba mejor que nunca.
Continuará…
- Compartir
-
-