
Tenía muchas ganas de dejar volar mi imaginación y hacerme un buen dedo tumbada en el sofá de mi casa. Quería olvidarme de todo y entregarme al placer más absoluto que puede sentir el ser humano. Me refiero a la sensación que puedes experimentar al masturbarte con total libertad y experimentar con las zonas erógenas de tu cuerpo para alcanzar un orgasmo profundo y placentero. Llevaba ya varios días sin practicar sexo y las ganas apretaban más que nunca. Estaba totalmente salida, y el único modo de calmar mi apetito sexual era metiéndome el dedo por el coño y provocarme de este modo placer a mí misma.
Sin hacerme mucho de rogar, empecé a desnudarme lentamente, al mismo tiempo que acariciaba mi cuerpo con mis propias manos. Estaba tremendamente sensible y el más mínimo roce me provocaba una sensación de placer indescriptible. Cuando me quedé en ropa interior, cogí mi teléfono móvil y poniéndolo en modo vibración, empecé a frotármelo contra el coño a través de mis braguitas de encaje. Los labios de mi vagina se estremecían con cada impulso que recibían por parte de aquel aparato inteligente. Regulé la intensidad de vibración para que fuera variando y así sorprenderme con cada cambio. Era una verdadera delicia no saber en qué momento aquello iba a vibrar más de la cuenta y me iba a provocar un cosquilleo intenso entre mis piernas.
Cuando ya no aguantaba más y necesitaba más que nunca que algo inundara mi vagina por completo, me quité el sujetador y las bragas y me quedé desnuda por completo. Entonces me chupé el dedo índice y corazón para lubricarlos y me los metí de lleno en mi chochito sediento de acción inmediata. Nadie mejor que yo sabía qué zonas tenía que estimular correctamente para sentir el placer más intenso que se pueda imaginar. Mi respiración se entrecortaba cada vez que me penetraba a mí misma debido a la excitación que suponía para mí todo aquello. Aceleraba y frenaba el ritmo acorde a mis deseos, y no tenía que dirigir a nadie porque yo solita era capaz de satisfacerme por completo.
Aquella vez quería ver si era capaz de enlazar un orgasmo con otro, alargando así la sensación de clímax y conseguir convertirme en una mujer multiorgásmica. Siempre había envidiado a todas esas mujeres que afirmaban que durante sus relaciones sexuales eran capaces de sentir varios orgasmos, uno detrás de otro. Por eso me dediqué más a fondo que nunca, y cuando sentí de lleno el primer orgasmo, seguí metiéndome los dedos hasta el fondo de mi coño para continuar masturbándome y hacer que el siguiente fuera aún más intenso que el anterior.
Desde luego, os puedo asegurar que el intento dio resultado. A los pocos minutos, volví a sentir un nuevo orgasmo, pero esta vez todo era mucho más intenso y placentero que en el anterior. Mi cuerpo vibraba de deseo mientras yo jadeaba como una perra en celo. Había valido la pena seguir con todo aquello por aquellos segundos de placer absoluto. Ahora pienso que quizá ya es el momento de parar y dejarlo estar, pero en el fondo quiero ir un poco más allá e intentar ir a por el tercero ¿Lograré alcanzarlo? Sólo hay una forma de averiguarlo.
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